La otra cara de la moneda. Por una parte, Godard deja atrás la chispa y el color de Una mujer es una mujer para ceñirse a un blanco y negro bellísimo y a una puesta en escena austera y estática, aunque extraordinariamente elocuente. Esta depuración formal le permite profundizar en el estudio del personaje de Anna Karina, una joven desorientada y romántica que acaba siendo engullida por el negocio de la prostitución. Su ingenuidad, su inquisitiva y curiosa forma de afrontar la vida, su mismo carácter desvaído, sus dudas, se irán perfilando y definiendo gracias a un preciso ritmo narrativo en el que los gestos superficiales no tienen cabida: todo significa y todo dota de sentido a la vida de este personaje que Karina engrandece con su generoso talento, logrando instantes en los que el fotograma se electrifica y su magia traspasa limpiamente la pantalla (la escena en la que Karina contempla a Renée Falconetti en La pasión de Juana de Arco, por ejemplo).
Mientras, Godard (sobrio e inclemente) disecciona las pasiones y anhelos de este pájaro inocente transmutado en pieza prescindible dentro de una maquinaria económica despojada de moral. Su análisis, de largo alcance y fuerte carácter metafórico, no se deja contaminar por recursos sentimentales gratuitos; su discurso intelectual rehúye los golpes de efectos, deja a la película respirar entre la limpieza de sus fotogramas y la sinceridad de sus preguntas. El mérito de Godard es altísimo: no sólo consigue que nos creamos a una puta hablando de filosofía, sino que logra dotar a tan improbable personaje de una entidad difícilmente detectable en cualquier otra película.
El final, seco, anticlimático, sin adornos orquestales y desde una posición lejana y fría, acaso objetiva, está cargado de intención y refleja hasta qué punto la sentencia (precisamente godardiana) de “un travelling es una cuestión de moral” no anda falta de razón. Pocas películas reflejan de una forma tan honesta y cruel la neutralización del individuo (con sus miedos, esperanzas, sentimientos) a manos de una sociedad tan espiritualmente pobre, tan apegada a lo material. Godard nos habla de la corrupción como único método de supervivencia, de la destrucción de lo puro, del funcionamiento implacable del sistema y del papel irrelevante que jugamos en él. Obra maestra imperecedera, evidentemente.
Y termino aquí mi breve homenaje a Anna Karina, convertido también en homenaje a Godard, ese director sin cuya existencia no se entendería nada del cine de los últimos 40 años. Espero que os animéis y veáis algo de la parejita. Son muy majos. De propina, una escena de la película, concretamente el capítulo quinto (son doce).
Buenas tardes Nacho, que mala suerte...esta película tampoco la he visto yo, la añadiré a la lista a ver si me gusta, yo estoy segura de que tiene que ser un peliculón por la escena que he visto y el argumento de la película que nos has facilitado. Un saludo.
Hola María. La peli tiene una forma de narrar diferente, más lenta, pero yo creo que te podría gustar, sobre todo por el personaje. Ya me dirás si la ves. Un saludo!
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Buenas tardes Nacho, que mala suerte...esta película tampoco la he visto yo, la añadiré a la lista a ver si me gusta, yo estoy segura de que tiene que ser un peliculón por la escena que he visto y el argumento de la película que nos has facilitado.
ResponderEliminarUn saludo.
Hola María. La peli tiene una forma de narrar diferente, más lenta, pero yo creo que te podría gustar, sobre todo por el personaje. Ya me dirás si la ves.
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